La empatía consiste en situarse en el lugar del otro y, de esta manera, reconocer sus problemas, y la responsabilidad supone actuar en su defensa. A los progresistas, la empatía siempre nos ha llevado a identificarnos con las necesidades de los demás, algo de lo que no pueden presumir todas las sensibilidades políticas. Siempre nos ha llevado a trabajar para intentar encontrar soluciones pero nunca, nunca, a restringir la democracia. La empatía, en política, exige mimar los espacios de participación en los que se expresa el sentir ciudadano y donde se construyen los acuerdos indispensables entre representantes y representados.