NO por pretérita la imagen resulta menos escandalosa. Pasadas las 14.00 horas del 14 de noviembre de 2009, el entonces presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, y la todavía hoy alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, irrumpieron en el circuito de Cheste a bordo de un Ferrari descapotable de color azul popular. Tras completar el sinuoso trazado, Camps destacó, eufórico, que la Fórmula 1 ponía a Valencia en el mapa, que era un generador de empleo y prosperidad y que sí, que seguiría su firme pugna por captar estos proyectos. Desgraciadamente, el tiempo ha hecho trizas la apuesta que se hizo por este deporte, al que la política, erróneamente, priorizó sobre otras muchas cosas.