Primera escena, un flashback. En esta película no cuento nada que no pase en todas las ciudades del mundo, pero sí lo cuento en la única por la que me puedo pasear por todas partes con una cámara sin que no me pase nada. Es una de aquellas afirmaciones que han resistido al paso del tiempo, por lo qué expresa y por quién lo hace. A finales de 2008, Barcelona acogió durante varias semanas uno de aquellos rodajes que por su complejidad, técnica y argumental, hicieron que quienes teníamos responsabilidades en el Ayuntamiento nos empleáramos a fondo. La ciudad fue el escenario escogido por Alejandro González Iñárritu para filmar Biutiful, una historia áspera, habitada por amores imposibles, corrupción y pobreza. Un filme que fijaba su objetivo en la Barcelona menos amable, aquella que muchos querríamos que no existiera pero que no podemos borrar. Tras haberla rodado, y sin yo preguntarle nada, fue Iñárritu quien me hizo esta confesión. Pese al argumento, pese a la visión que se proyectaba de nuestra ciudad, como responsable público no tuve duda alguna sobre cuál debía ser el papel del Ayuntamiento: facilitar al máximo el trabajo al equipo de rodaje. ¿Se imaginan que tras haber pedido y leído el guión de Biutiful, Barcelona hubiese denegado el permiso de filmación al tratarse de una historia molesta? Es lo que acaba de hacer Xavier Trias con la serie Isabel, de TVE. El motivo aducido, discrepancias sobre la fidelidad histórica del guión. Un intento de censura lamentable.